Pero hacia finales de siglo XIII el escenario político tornó en Castilla, debido a una crisis dinástica por la sucesión entre Sancho IV el Bravo y el infante Alfonso de la Cerda, un aspirante ilegítimo a la Corona de Castilla, que pidió ayuda a Jaime II de Aragón a cambio de donarle, en caso de conseguir la Corona, el Reino de Murcia, según los acuerdos secretos de Calatayud (1289), Ariza (enero de 1296) y Serón (febrero de 1296). Aprovechando la situación, Jaime II procedió a la conquista del Reino de Murcia.
Alicante fue conquistada en abril de 1296, a pesar de la resistencia del alcaide del castillo Nicolás Peris, terminando con la soberanía castellana. La conquista fue, en parte, facilitada por los colonos cristianos de origen catalán o aragonés (como, por ejemplo, la ayuda de la familia Torregrossa, de cuyo escudo se basa el actual blasón de la ciudad). Aun así, Jaime II respetó los privilegios e instituciones anteriores aunque adaptándolas a la nueva situación política, particularmente después de la incorporación de Alicante, y el resto de comarcas limítrofes al Reino de Valencia mediante la modificación de lo fijado en el Tratado de Almizra (Sentencia arbitral de Torrellas 1304 y Tratado de Elche 1305).
En estos acuerdos se establecía la devolución parcial a Castilla del Reino de Murcia: Cartagena, Lorca, Murcia, Mula, Caravaca, etc... pero restando para Valencia los lugares de Elche, Orihuela, Crevillente, Elda, Alicante, etc...
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